Solecito brillaba de alegría. Su hermana Luna y Gaia le habían dado permiso
de mostrar sus hijos a los humanos. Después de tanto tiempo, ellos los iban a
conocer. Ojala no se asusten porque esos espíritus tan radiantes le temen a
todo aquello que no conocen, pero sus hijos eran muy peculiares. Se encontraban
en toda la faz del planeta y se vestían de distintos colores.
Solecito no comprendía a los humanos. Un planeta tan bendecido, y se
esmeraban en hacerle daño. Él les había brindado tanta vida. A veces pensaba
que eran muy desagradecidos, pero no perdía la esperanza. Muchos de ellos
tenían una consciencia ecológica altísima. Ellos serían los primeros en verlos
y con el tiempo cuando tuvieran consciencia de su existencia deberían ensenárselos
a otros.
Sus hijos eran abundantes. Algunos pertenecían a la naturaleza y aparecían
en colores tan radiantes que podrían deslumbrar a los humanos. Otros
aparecerían en un día radiante de verano trasladándose en el cielo como cometas vistiéndose de diversos colores. Sin
embargo los más misteriosos que pocos imaginaban que existiesen eran las flores
que aparecían en la mañana cuando Solecito brillaba con sus primeros rayos de
luz en los diferentes espacios de los hogares.
Eran una gran familia incluso los primos de sus hijos que vivian en el mar,
ríos, y lagos. Además se encontraban los traviesos que se encontraban presentes
en todos los aparatos que emanaban luz. Pobrecitos los humanos. De solo pensar que los viesen se darían el
susto del siglo y se inventarían enfermedades mentales.
Tendría que ser muy sutil y
conversar con ellos. Al principio, los humanos no estarían preparados. En
cambio ya las plantas sabían de su existencia desde que surgió la hermosa Gaia.
Le brindaban una gran sonrisa todas las mañanas extendiendo sus pequeñas hojas
como bienvenida a sus pequeños hijos.
Sin embargo Gaia ya estaba cansada, triste y apesadumbrada. Quería un hogar
lleno de luz y esperanza para todos así que tendría que limpiarse. Empezaría
con los sitios más discordantes con terremotos, tsunamis y volcanes. No quería hacerles
daño a los humanos ya que eran parte de su existencia, pero su paisaje iba a
cambiar. En ese proceso muchos deberían aprender a escuchar más a fondo su
corazón, y esa era lo más difícil para ellos ya que la Tecnología los había
cegado y se habían apartado unos a otros. Sin embargo tenía fe en ellos. El
alma y corazón de los humanos era grande y la participación de todo el planeta pertenecía
a un gran plan cósmico.
Solecito empezaría con los niños.
Ellos visualizarían primeros a sus hijos
y posteriormente todos aquellos que tenían corazón de niño y creían en la magia
presente en todo el universo. Nuestro universo es mágico. Tiene tantas
criaturas indescriptibles pertenecientes a la creación de Dios.
Así que Solecito no perdió tiempo. Se vistió con su radiante luz y le dio
orden a sus hijos que los niños los viesen. Sin embargo muchos de ellos estaban
influenciados por los adultos. No quería dudas. Ya era hora de que los humanos
conociesen su existencia.
Los más pequeños empezaron a verlos. Los dibujaban, los esculpían y
hablaban de ellos. Los adultos creían que habían creado un mundo de fantasía.
Lo que no entendían los maestros y sus padres porque eran tan insistentes los niños.
Algunos adultos eran más sensibles y empezaron a creer y animaron a los pequeños
a que escribiesen historias acerca de ellos. ¿Cómo eran? ¿Cómo se comunicaban?
¿Qué querían?
Fue realmente gran parte de un gran movimiento. Todos los niños del planeta
los dibujaban y pintaban. Los pequeños más sensibles decían que ellos los
tocaban en su cabeza haciéndoles cosquillitas y gracias a ello podían
visualizar más de sus hijos. Ahora venía el trabajo más arduo, los adultos.
Los primeros fueron los más sensibles. Muchos quedaron impactados y creían
que habían desarrollado alguna enfermedad mental, pero los niños los calmaban.
Fue allí cuando abrieron otros sentidos y se dieron cuenta de que había otro
universo diferente al de ellos. Con el tiempo empezaron a escuchar a su
corazón. Y se dieron cuenta de que tenían que mostrar ese universo a otros.
Pero, ¿Cómo? Los tildarían de locos.
Los niños los escuchaban y hasta entendían su mensaje. ¿Qué querían? ¿Por
qué se mostraban?
Ellos solo quiere quieren que sepan que pertenecemos a una gran familia desde
los más pequeños hilos de luz hasta los humanos pertenecientes de la Tierra.
Los humanos creen que son muy importantes. No es cierto. Todas las formas y
vidas son participantes en este universo
por lo que todos tenemos que hacer
algo por el planeta y por los demás. La
Tierra pide que la escuchemos.
¿Cómo vamos ayudar? No entendemos decían los adultos.
Escuchen la vocecita secreta de su corazón y así lograran sus sueños.
-Pero, muchos humanos son egoístas, y no escuchan- insistían los adultos.
Los mayores no comprendían como aquellos niños de diez años hablaran con
tanta seguridad. ¿Sera verdad lo que dicen? ¿Realmente pertenecemos a un plan
mayor? ¿Sera que dejamos de escuchar a nuestra alma y estos chiquillos nos los están
recordando?
- Ese es el trabajo de ustedes. A veces no es decirles lo que deben hacer,
por el contrario ejemplificar a aquellos
más ensimismados en sí mismos con
detalles y buenos ejemplos. La amistad, convivencia y el amor realizan grandes
cambios. Es un trabajo de gotica pero con el tiempo dará grandes cambios.
Algunos escucharon a los pequeños, pero otros los ignoraron. Sin embargo
todo estaba cambiando. Empezaron aparecer los hijos del sol y realmente era un
llamado para los humanos. Muchos los observaban con gran deleite y le daban
gracias por su presencia. Otros en cambio no comprendían. Se guiaban por las
explicaciones racionales y no por el corazón.
Sin embargo Solecito era paciente. Llegará el día en que no podrán negar su
presencia. Sus hijos eran demasiados inusuales y no se darían vencido tan fácilmente.
Los niños crecieron y se convirtieron en escritores y artistas, y su mensaje
fue creciendo. Ya no era el llamado de sus hijos. Era el llamado de parte de la
humanidad.
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